COAR Hogar de Niños
COAR atiende carinosamente a todas las necesidades diarias de la población interna (que reside) en nuestras instalaciones. Los internos viven en casitas nombradas por los mártires, líderes, y figuras importantes en la historia de COAR, tales como Casa Dorotea, Casa San Patricio, Casa Jean, y Casa Cleveland.
En cada casa, dos orientadoras turnan para estar las 24 horas del día con los internos. Buscamos formar un ambiente familiar. Dentro de la casa, la orientadora hace el papel de madre, profesora, enfermera, y guía. Durante la semana, los internos reciben clases en nuestra escuela, comparten los quehaceres de la casa, hacen tareas, y tienen momentos para ejercicio, relajación, y reflexión espiritual. Desayunan, almuerzan, y cenan en familia. Los fines de semana, hay varios talleres didácticos y personales y programas para fortalecer la convivencia, excursiones, deportes, diversión, y visitas por parroquias locales que les programan actividades divertidas y educativas.
La administración consiste en una Directora Ejecutiva y un equipo técnico compuesto de directores, psicólogos y trabajadores sociales. Además del personal técnico, hay una congregación de religiosas españolas que ha recibido la llamada de Dios y para instalarse en COAR. Estas hermanas, la Congregación de la Virgen del Pilar, nos ayudan crear un hogar de amor, de esperanza y de seguridad dentro de un país sumergido en un terrible caos.
Unidad Médica Madre Stan
La unidad médica Madre Stan está ubicada dentro de las instalaciones de COAR, a la par de la capilla de San José. La clínica ofrece servicios médicos básicos, odontología, y un pequeño botiquín a la población de internos del hogar, los estudiantes del complejo educativo, el personal de ambas organizaciones, y la población general de Zaragoza.
La clínica lleva el nombre de Madre Stanislaus Mackey, directora de COAR entre 1983 y 1989 y fundadora de la clínica, en aquel entonces nombrada Clínica Santa Teresita. La gran amiga de los niños de COAR, fue disparado en la cabeza el veintiuno de junio de 1989. Dado la gravedad de sus heridas, fue evacuada a Houston, donde vivió hasta su muerte, el diecisiete de marzo de 2004, a la edad de ochenta y ocho años.
Poco después de llegar a El Salvador, ella dijo en una entrevista: “Lo que más me conmueve es la sed de amor de los niños. Les hacen falta sus padres. No podemos sustituir a sus padres, pero podemos ayudarlos a aguantar su pérdida. Yo siento que Dios está siempre conmigo. Creo que debo arriesgar la vida por algo tan importante como son las vidas de estos niños. Yo los quiero mucho. Sembramos nuestro destino aquí. No vamos a pasar otra vez por este camino. Estoy segura de que todas las hermanas nos sentimos privilegiadas porque el Señor nos ha llamado aquí”.
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